Viajar es suspender el tiempo, tomarlo y abollarlo, guardarlo en un bolsillo y llevarlo; hacia donde vayamos, durante el tiempo que dure el recorrido. Transportarlo a donde arribemos, transformado y embellecido, grabado en la piel, como si hubiera estado dormido, y despertarlo una vez que hemos partido. Con el primer paso. Ante el primer ruido.

jueves, 21 de abril de 2011

Ser, Estar y Viajar


Por Bárbara Asnaghi

Las personas viajan por motivos diversos: trabajo, ocio o estudio. Algunos combinan estas actividades para potenciar el valor del viaje. En este artículo se propone al viajero considerar otra forma de interactuar con sus destinos turísticos. 

Estudiar el idioma del lugar al que se viaja es una de las maneras de aprovechar la experiencia de viajar al máximo. Porque con el idioma uno se aproxima a la cultura sin zambullirse en ella intempestivamente, con las exigencias del turismo y de nuestro agente de viajes.

En Europa, múltiples escuelas reconocidas y no tanto ofrecen cursos hechos a medida. Con un mínimo de una semana hasta un año, la aproximación a la lengua va según los gustos y objetivos de cada uno. Se ofrece en general alojamiento, aunque no es condición esencial para reservar una vacante. 

Los precios también abarcan franjas más que flexibles. Se puede estudiar francés en la Alianza Francesa, alemán en el Goethe Institut, o italiano en la Associazione Dante Alighieri desde doscientos euros por módulo de estudio. Lo interesante de la experiencia, es que uno de alguna forma “vive” en el lugar, aunque sea por dos semanas. Se comparte la casa con nativos, y se estudia con profesores del lugar. Asimismo, no hay instituto que no ofrezca actividades culturales y de entretenimiento para realizar fuera del horario de estudio. Es una situación ideal para los que viajan solos, porque es la oportunidad de conocer gente de todo el mundo desde el primer día y sin reservas. Y más que nada, gente con las mismas inquietudes e intereses, con quienes recorrer el lugar y practicar el idioma.

Los cursos en general son de lunes a viernes, y se brindan descuentos para sus estudiantes, así como muchísimas actividades gratuitas, por lo cual el costo del curso se amortiza. Sin mencionar que se deja la ciudad con un nivel más alto del idioma en cuestión, más un certificado que lo acredita. 

Los bloques intensivos de dos semanas son una buena forma de pasar las vacaciones del trabajo y aprovechar el tiempo sin estresarse. Son la mejor opción para irse del lugar visitado sintiendo que realmente se ha estado allí. Es una alternativa al salto frenético de monumento en monumento o de museo en museo, viendo mil cosas a la vez pero sin verlas ni comprenderlas realmente (y muchas veces, sin recordarlas del todo). Porque el idioma de una cultura está íntimamente relacionado con su forma de ser, de crear, y de conectarse con el resto del mundo. Cada ciudad es única. Llevarnos un poco de eso en forma de palabras y expresiones locales es una forma de rescatar la experiencia del asedio de los listados de las guías de viajes y, sobre todo, del olvido. 




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