Viajar es suspender el tiempo, tomarlo y abollarlo, guardarlo en un bolsillo y llevarlo; hacia donde vayamos, durante el tiempo que dure el recorrido. Transportarlo a donde arribemos, transformado y embellecido, grabado en la piel, como si hubiera estado dormido, y despertarlo una vez que hemos partido. Con el primer paso. Ante el primer ruido.

domingo, 3 de abril de 2011

Dormir y Comer en Santorini (como en casa)

Por Bárbara Asnaghi



Dormir


En una de las islas más hermosas de Grecia, Santorini, está emplazada la casa de huéspedes Villa Manos. Atendida por su dueña, Poppy, nos da la sensación de que es un pedazo de hogar que hemos traído en la valija. 

El servicio es excelente y los precios increíbles. No se trata de un lujoso hotel en el que la excelencia brindada “está incluida en el precio”. Por el contrario, aquí el buen servicio es una forma de ser, es la personalidad del lugar. Es tal la predisposición de Poppy, que da ganas de quedarse más tiempo y pagar de más. 

Las habitaciones están siempre limpias, decoradas con buen gusto, bien equipadas. Tienen heladera, calefacción, aire acondicionado y televisión; y una pequeña cocina con mesa en los cuartos dobles, además de baño privado con ducha. A precio de hostel, pero con la calidad de un buen hotel.

La ubicación es muy accesible. A pocos metros de la entrada está la parada del autobús, que por un euro con sesenta nos deja en cualquiera de las hermosas playas de la Isla en diez o veinte minutos, dependiendo de la distancia. 

A diez minutos a pie, está la ciudad de Thira (Fira), capital de la Isla, en la que un recorrido nocturno resulta condición esencial para vivir en su totalidad la magia del lugar. Allí, una serie de callejuelas empedradas y casas blancas y celestes, más una gran variedad de pintorescos negocios, nos recuerda que estamos en Grecia.

Por último, la casa de huéspedes ofrece una piscina para los meses de verano, y transfers gratuitos desde y hacia el puerto y el aeropuerto. Y lo que a la vocación de dar de Poppy se le de por brindarnos inesperadamente. 



Comer

Otro lugar para recomendar, muy cerca de la posada, es el restaurante de comida griega Nyra Nikh. Desde afuera, es imposible ignorar las guirnaldas verdes y naranjas, la pizarra con los platos del día, la luz que sobresale en la oscuridad circundante.  

En este hermoso lugar, hay 8 a 10 mesas adentro y unas 6 afuera. Apenas llegamos, se nos recibe con una encantadora sonrisa. El menú es una buena sorpresa: comida típica griega a pocos euros. Más tarde descubriremos que es comida griega de calidad, a pesar de pagar poco por ella. 

La tentación es demasiado fuerte: la cerveza Mythos es la elegida, simplemente porque el nombre parece ideal para el lugar en donde nos encontramos. Entre los platos destacados, el pollo o cordero con pasta es recomendable, así como el queso feta (que podría ser Patrimonio de la Humanidad griego, según dicen algunos).  

Pero no todo es comer. Un hombre se ha acercado al escenario con un Buzoki (instrumento tradicional griego) a tocar canciones de las que ningún hispano-parlante podría adivinar la letra. Sin embargo, suenan a español. 

Porque el griego moderno tiene muchas eses al final, y una estructura tal que cada letra es modulada y pronunciada con detalle; y la cadencia -que es como decir “el tono”- es casi igual al español. 

Cuando terminamos de comer, acompañados por hermosas melodías que parecen lamentos y a la vez alegrías, con mezclas turcas y árabes, legado de siglos de cruces; llega el café. 
En el menú dice: “café griego”. Y eso es lo único que vale la pena tomar si se está en Grecia, claro está. En un platillo rectangular, pintado en detalle, llega la pequeña taza haciendo juego. Dentro de ella, una pasta espesa y de olor intenso. 

El sabor es suave si se pide previamente que se agregue azúcar en él (recomendable, dicho sea de paso, para los que no están acostumbrados al café espresso italiano). Sabe a pasta de café, sobre todo al llegar al fondo de la taza. 

La preparación de esta bebida es curiosa. Se calienta el café molido en una especie de hornillo, sin filtrarlo. De ahí que cuando se termina, queden en el fondo restos parecidos a arena mojada. Hay quienes dicen que este café es en realidad turco, pero con muchas cosas ocurre lo mismo, y llega un punto en que luego de tantos años de invasiones y demás, no se sabe qué es de quién. Y tampoco importa demasiado.

La hospitalidad griega llega de nuevo, entonces, con un plato de postre tradicional que nadie ha pedido. Sin embargo, lo brindan gustosos. Y sobre el final, antes de dejar –no sin pena- este acogedor lugar, una pequeña atención en la cuenta es el último motivo que queda para decidir volver al día siguiente. Y el siguiente. 

Hasta que se terminen las vacaciones. 


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